En una pequeño ciudad rodeado de montañas, vivía un joven llamado Carlos, apasionado por la escalada. Desde muy temprana edad, soñaba con convertirse en un escalador destacado y representar a su club en competiciones regionales. Sin embargo, su camino hacia el éxito no resultó tan fácil como imaginaba.

Carlos decidió arriesgarse y comenzó a entrenar bajo la atenta mirada del entrenador del club. A pesar de su dedicación y esfuerzo, cada vez que intentaba mejorar y ponerse a la par de sus compañeros que muchas resolvían rápidamente los problemas planteados por el entrenador, él cometía errores, perdía el equilibrio y, en varias ocasiones, no encontraba la técnica adecuada para encadenar.

Frustrado y desanimado, Carlos empezó a dudar sus habilidades y a cuestionar su sueño. Un día, después de otra serie de tropiezos, el entrenador se acercó a él con una sonrisa tranquilizadora.

” Carlos, entiendo que estás frustrado, pero quiero que entiendas algo crucial: fallar no significa que estás haciendo algo mal. Fallar es parte del proceso de aprendizaje. Cada error que cometes te acerca un paso más a tus objetivos”, le explicó el entrenador con sabiduría en sus ojos.¨

Carlos, confundido pero dispuesto a escuchar, asintió y permitió que el entrenador le mostrara la importancia de los errores. Le recordó a Carlos que algunos de los escaladores más exitosos del mundo enfrentaron innumerables fracasos y derrotas. Les llevó a comprender que aprender de los errores era esencial para alcanzar la excelencia.

A lo largo de las semanas, el entrenador trabajó estrechamente con Carlos. Cada vez que cometía un error le brindaba orientación y ánimo. Juntos, analizaban cada error, identificando las áreas de mejora y ajustando la técnica de Carlos. Poco a poco, Carlos comenzó a cambiar su perspectiva. En lugar de ver el fracaso como un obstáculo, lo consideraba una oportunidad para aprender y crecer.

Finalmente, llegó el día de la competición regional. Aunque Carlos no ganó la competencia, mostró una mejora significativa en su desempeño. El entrenador se acercó a él y le dijo con orgullo: “Recuerda, Carlos, el éxito no se mide solo en victorias, sino en la capacidad de aprender y superar los obstáculos”.

Carlos comprendió que el camino hacia el éxito estaba lleno de desafíos, pero cada error, cada caída, era una lección valiosa. Con una nueva mentalidad, continuó entrenando con determinación, sabiendo que el proceso de aprendizaje nunca termina y que cada paso, incluso los errores y la falta de encadenes, lo acercaba más a sus sueños.

La mayoría de las veces en el entrenamiento, nos encontramos con situaciones en las cuales hay que fallar un gran número de veces para lograr dar con la secuencia y coordinación adecuada para que los movimientos salgan. ¡¡¡Cuantas veces me he ido sin hacer tops de una sesión!!!, al igual que Carlos.

Este es un tema delicado, si estamos entrenado y queremos llegar a nuestro máximo de intensidad, no nos va a quedar otra que fallar. La intensidad en la escalada no es cuantificable por medios objetivos, para cada estilo tendremos una intensidad, una complejidad que hará que algo sea más o menos difícil en relación con nuestras posibilidades.

Cuando me encuentro con mis alumnos, principalmente jóvenes, veo que esto de entrenar y fallar en los recorridos puede ser un tanto frustrante, es por eso que es imprescindible entender que el error no es el fin de los entrenamientos, sino una estrategia de aprendizaje. Es algo que debemos utilizar a nuestro favor.

El fallar es parte del proceso y el entrenador debe programar los entrenamientos para que esto suceda, sino no habría aprendizajes. Las intervenciones del profesor/entrenador no pretenden allanar el camino de dificultades, ni evitar los errores, ni provocarlos, sino aprovecharlos de la mejor manera.

El error presupone algún tipo de aplicación previa; no hay error cuando no se actúa. De este modo se pasa de la evitación sistemática del error (aprendizaje como dominio de contenidos) a su utilización como estrategia para la enseñanza-aprendizaje. La utilización del error tiene fundamentos pedagógicos, psicológicos y también puede ser explicado en un contexto biológico.

Cada vez que ejecutamos un movimiento y fallamos, hay estructuras de control del movimiento que se modifican para mejorar en la ejecución siguiente, incluso en las misma ejecución. Schmidt y Lee (2011) definen dos formas en que una persona puede cometer un error al lograr el objetivo de una tarea. Uno es un error en la planificación motora y el otro es un error en la ejecución motora. Los errores de planificación motora implican la selección de un “programa” motor que es inapropiado para la situación dada. Corregir un error de planificación requiere la percepción del error y la selección de un nuevo plan de acción.

En situaciones de aprendizaje, el sistema sensoriomotor predice las consecuencias sensoriales (por ejemplo, posición y velocidad del cuerpo o algún miembro) del movimiento planificado y compara esta predicción con la retroalimentación sensorial real de su ejecución. Si no hay discrepancia, entonces el movimiento planeado y ejecutado es similar al planeado (aunque ya sabemos que ningún movimiento es igual a otro). Si se detecta una diferencia, esto  constituye una señal de error que informa cómo falló el movimiento, (el vector de error); por ejemplo, no alcanzar la siguiente presa en un movimiento dinámico, lo que lleva a la corrección del control de ese movimiento para un intento futuro.

Cuando la ejecución del movimiento mejora, la señal de error disminuye y así, el vector de error guía el proceso de aprendizaje. El aprendizaje basado en errores es un método poderoso que conduce a la adquisición rápida de habilidades motoras. Los estudios han demostrado que el cerebelo desempeña un papel fundamental en la predicción sensoriomotora y, por lo tanto, en el aprendizaje basado en errores. Los mecanismos plásticos, que modifican las vías neurales entre el cerebelo y la corteza motora primaria, participan en el aprendizaje.

Al aprender una nueva habilidad, el cerebelo es el responsable de hacer ajustes precisos en la actividad muscular y corregir errores en tiempo real. A medida que se adquiere más experiencia en una tarea, el cerebelo ayuda a automatizar los movimientos y a reducir la cantidad de atención necesaria para realizar la tarea. Todo este proceso esta guiado por la retroalimentación sensitiva, principalmente la visual. Si esta última está distorsionada o es escasa o inexistente, el sistema puede desactivar el aprendizaje basado en errores del cerebelo y cambiar a mecanismos de aprendizaje de refuerzo mediados por los ganglios basales. Sin embargo, las condiciones y los mecanismos exactos de la participación del cerebelo y los ganglios basales en la adaptación motora siguen siendo desconocidos.

Los ganglios basales y la dopamina desempeñan un papel importante en el aprendizaje motor. Los primeros consisten un conjunto de núcleos neuronales en el cerebro que son críticos para el control motor y el aprendizaje, mientras que la dopamina es un neurotransmisor que se libera en el cerebro y está involucrado en la regulación del sistema de recompensa. Ambos están involucrados en la formación de hábitos y la automatización de movimientos. Cuando se repite un movimiento varias veces, los ganglios basales pueden automatizar el movimiento, lo que significa que se puede realizar sin la necesidad de una atención consciente.

La dopamina se libera en los ganglios basales cuando se produce un movimiento exitoso o cuando se espera una recompensa. Esta liberación de dopamina ayuda a fortalecer las conexiones neuronales involucradas en el movimiento, lo que facilita la repetición exitosa del movimiento en el futuro.

La dopamina es un neurotransmisor clave en el sistema de recompensa del cerebro y juega un papel importante en la motivación, el aprendizaje y la toma de decisiones. La teoría del error de predicción sugiere que la liberación de dopamina en el cerebro se produce cuando hay una discrepancia entre las expectativas del individuo y los resultados reales de una situación. Esto significa que cuando se produce un resultado inesperado, se libera más dopamina que cuando se produce un resultado esperado.

Todo el mecanismo de aprendizaje funciona porque queremos errores de predicción positivos (o sea que la recompensa sea mayor que la esperada) y detestamos los errores de predicción negativos. Parecería ser que se trata de algún mecanismo evolutivo que nos empuja a querer siempre mas y nunca querer menos (Schultz, 2016)

Esta sustancia actúa como un mecanismo neuroquímico que refuerza o castiga el comportamiento, contribuyendo así al proceso de aprendizaje. Pero simplemente combinar una señal con una recompensa no es suficiente para aprender, el resultado tiene que ser sorprendente, en otras palabras el organismo tiene que detectar un error de predicción, un desajuste entre lo predicho y la experiencia real. Este error de predicción actúa como una señal de enseñanza para promover aprendizaje cuando sea necesario.

La teoría del aprendizaje por error es un marco conceptual que se utiliza para explicar cómo los individuos, aprenden de la experiencia. La idea fundamental es que el aprendizaje ocurre cuando hay un error entre lo que se espera y lo que realmente sucede. Cuando una acción o comportamiento conduce a un resultado diferente al esperado, se produce un error. Este error actúa como una señal para ajustar futuros comportamientos y mejorar la precisión de las predicciones.

Lo que hay que hacer es convertir esos errores en motivación para el cambio, entender que esos errores son una recompensa, son fundamentales para el aprendizaje, y los pequeños logros que vamos obteniendo deben ser la fuente de motivación. Mejorar paso a paso, por mínimo que sea, hace que la recompensa de un error de predicción positivo funcione como un refuerzo a través del circuito dopaminérgico del aprendizaje

Pero el error no es un fin, no puede serlo, sino más bien es una estrategia. En este sentido, el error forma parte de la misma visión estratégica entrenador/profesor. La utilización del error debe ser instrumental, no como técnica precisa ni como pauta estricta, sino como procedimiento o conjunto de procedimientos que nos ayudan a organizar secuencialmente las acciones en orden a alcanzar determinados fines de enseñanza.

Referencias

Schultz W. Dopamine reward prediction error coding. (2016). Dialogues Clin Neurosci. 2016 Mar;18(1):23-32.

Schmidt, RA.; Lee, TD. (2011). Motor control and learning: a behavioral emphasis. Human Kinetics; Champaign