¿Por qué tantos deportistas parecen rendir de forma impecable en los entrenamientos, pero cuando llega la competencia su rendimiento se desintegra? La respuesta suele buscarse en la psicología, en la motivación o en la falta de experiencia. Pero hay una causa más profunda y estructural que, a menudo, pasa inadvertida: el modo en que diseñamos la práctica.
Durante años, el paradigma dominante del entrenamiento asumió que la mejor forma de aprender era aislar los componentes técnicos de la tarea, repetirlos en condiciones controladas y depurar los errores hasta alcanzar un modelo “correcto”. Este enfoque reduccionista suponía que el gesto técnico podía extraerse de su contexto, perfeccionarse en laboratorio y luego ser “transferido” al escenario real. Pero el cuerpo humano no funciona como una máquina que ejecuta comandos preprogramados. Aprende de manera adaptativa, situacional, percibiendo información del entorno y ajustando sus acciones en función de ella.
Fue justamente para superar esta brecha entre entrenamiento y realidad que investigadores como Ian Renshaw y Jia Yi Chow propusieron el concepto de Representative Learning Design (RLD), desarrollado dentro del marco de la ecological dynamics. Según su hipótesis el aprendizaje motor será transferible solo si el entorno de práctica es representativo del entorno real de desempeño. Dicho de otro modo, entrenar no es repetir un movimiento, sino recrear las condiciones perceptivas, temporales y decisionales que lo hacen necesario.
Un entorno representativo no es aquel que “se parece” visualmente al contexto de competición, sino aquel que preserva las relaciones funcionales entre el atleta, la tarea y el ambiente. Lo que se busca no es imitar la superficie, sino reproducir las interacciones de información y acción que definen la situación real. Si un ejercicio no exige al deportista percibir, decidir y actuar de manera similar a como lo haría en su entorno natural, entonces no está entrenando la habilidad, sino un gesto descontextualizado.
El principio que guía este enfoque es el de fidelidad funcional. No se trata de copiar una vía, un campo o una pista, sino de mantener las mismas oportunidades de acción, las mismas presiones temporales, la misma necesidad de leer, anticipar y responder. En escalada, por ejemplo, una secuencia de movimientos puede volverse altamente representativa si desafía la lectura visual y táctil, si obliga a elegir una estrategia y adaptarla a la incertidumbre del entorno. Por el contrario, una práctica con presas simétricas y movimientos repetitivos podrá mejorar la precisión local, pero reducirá la adaptabilidad global.
El Representative Learning Design surge de la confluencia entre la teoría de sistemas dinámicos y la psicología ecológica de James Gibson, quien introdujo el concepto de affordances, es decir las oportunidades de acción que emergen del vínculo entre el organismo y el ambiente. Desde esta perspectiva, el aprendizaje no consiste en copiar una técnica, sino en descubrir, mediante la práctica, las affordances relevantes para cada situación. Los gestos eficaces son el resultado de un proceso de autoorganización que se ajusta dinámicamente a las condiciones presentes.
El rol del entrenador, en este modelo, se redefine por completo. Ya no es quien enseña “cómo moverse”, sino quien diseña contextos que orienten la atención del deportista hacia las fuentes de información más útiles. Su función no es tanto instruir como orquestar un entorno que estimule la exploración. Las llamadas restricciones, del individuo, de la tarea y del ambiente, se convierten en las herramientas principales de este diseño. Variar la iluminación, el tiempo disponible, la textura, la incertidumbre o las reglas modifica las oportunidades de acción y, con ello, el tipo de aprendizaje que emerge.
En este sentido, el error deja de ser un fracaso para convertirse en un dato. Cada intento fallido revela una relación desajustada entre el cuerpo y el entorno, una oportunidad para calibrar la percepción. Cuanto más rica y variada sea la práctica, más amplio será el repertorio de soluciones que el deportista podrá autoorganizar. La variabilidad, lejos de ser un obstáculo, es el material con el que el sistema nervioso aprende a estabilizar la acción bajo condiciones cambiantes.
Renshaw y Chow sostienen que la clave del aprendizaje motor es la representatividad, no la repetición. Las prácticas excesivamente controladas o descontextualizadas pueden producir mejoras visibles en la ejecución, pero generan una ilusión de dominio. El deportista aprende el ejercicio, pero no aprende la habilidad. El día de la competencia, cuando las condiciones cambian y la información perceptiva es distinta, ese aprendizaje se desintegra. En cambio, un entrenamiento representativo, aunque más caótico y menos predecible, fortalece la relación percepción-acción y construye una coordinación flexible.
Desde la neurociencia, esta idea encuentra apoyo en la comprensión moderna del aprendizaje motor: el cerebro no almacena movimientos, sino relaciones sensoriomotrices. No ejecuta comandos fijos, sino que ajusta patrones de coordinación según la información disponible. Por eso, cuanto más fiel sea la información que recibe durante la práctica, mayor será la transferencia. Estudios recientes en deportes como el fútbol, el rugby o la escalada muestran que los deportistas entrenados con tareas representativas desarrollan una percepción más aguda, una toma de decisiones más rápida y una mejor capacidad de adaptación ante lo imprevisto.
Este enfoque exige también un cambio de mentalidad en los entrenadores. Implica abandonar la ilusión del control total y aceptar la incertidumbre como parte constitutiva del proceso. Diseñar para la complejidad significa permitir que el sistema se autoorganice, resistir la tentación de intervenir constantemente y confiar en que la exploración guiada produce aprendizajes más sólidos. No se trata de imponer la técnica ideal, sino de crear las condiciones para que el deportista descubra la suya.
En el fondo, el Representative Learning Design es una invitación a reconciliar el entrenamiento con la realidad. A recordar que el aprendizaje no ocurre en el vacío, sino en el encuentro entre el cuerpo, la tarea y el mundo. Que un ejercicio solo tiene sentido si preserva las dinámicas que el deportista deberá resolver en la acción real. Y que la transferencia no se construye mediante la repetición mecánica, sino mediante la exposición inteligente a la variabilidad significativa.
Aplicar esta mirada en la práctica cotidiana requiere una actitud diferente ante el diseño de tareas. Significa observar el entorno real de desempeño, identificar qué fuentes de información son decisivas y recrearlas en la práctica. Significa priorizar la percepción, la toma de decisiones y la adaptabilidad por encima de la precisión formal. Significa entrenar en el mundo, no contra él.
El desafío, por supuesto, es cultural. Venimos de una larga tradición de entrenamiento basada en el control, la corrección y la búsqueda de la perfección técnica. El cuerpo humano no es un instrumento obediente, sino un sistema complejo capaz de autoorganizarse y aprender de la interacción. La tarea del entrenador, entonces, no es eliminar el desorden, sino aprender a leerlo.
Cuando el entorno de práctica conserva la esencia del entorno real, el aprendizaje se vuelve vivo. El deportista deja de repetir movimientos para empezar a entender el juego, en sentido amplio. El escalador/a deja de ejecutar pasos para empezar a leer la roca. Y el entrenador, más que corregir, empieza a diseñar conversaciones entre el cuerpo y el mundo.
Ahí reside el futuro del entrenamiento, en diseñar contextos donde el aprendizaje ocurra de verdad, donde el deportista pueda explorar, percibir y adaptarse. Porque entrenar no es preparar al cuerpo para ejecutar una coreografía, sino prepararlo para pensar en movimiento. Y eso solo se logra cuando el entorno de práctica representa, con fidelidad y propósito, la realidad que el deportista deberá enfrentar.

Referencias
Renshaw, I., & Chow, J. Y. (2019). A constraint-led approach to sport and physical education pedagogy. Routledge.
Davids, K., Araújo, D., & Seifert, L. (2020). Ecological dynamics in sport performance: A rationale for representative learning design. Frontiers in Psychology, 11, 2088.
Orth, D., Davids, K., & Seifert, L. (2018). Coordination in climbing: Effect of skill, practice and constraints manipulation. Experimental Brain Research, 236(3), 887–898.
Deja un comentario