Históricamente las corrientes filosóficas han tratado estos temas. Platón consideraba que el comportamiento y el conocimiento se debían a factores innatos, algo que llamo reminiscencia, dada la característica inmortal del alma. Todo el conocimiento esta presente en el preciso instante de nacer. También creía que el entorno (ambiente) jugaba cierto rol en el desarrollo del ser humano, pero no le enseñaba nada nuevo, y su propósito era recordarles a las personas lo que ya sabían. La visión de Platón generó la escuela racionalista de pensamiento cuyo principio básico de que todo conocimiento es innato fue defendido más tarde por Descartes, Spinoza, Leibniz y Kant.

Por el otro lado se encuentra Aristóteles que propuso que los seres humanos nacemos como una tabula rasa. De acuerdo con esta idea, no nacemos con conocimiento, pero lo adquirimos a través de la experiencia. Creía que el ambiente era un factor vital en el comportamiento. Esta escuela de pensamiento empirista cuya creencia básica esta en el poder de la experiencia fue posteriormente defendida por Locke, Berkeley, Hume y Mill.
Estas opiniones divididas entre los racionalistas y los empiristas dieron lugar a la dicotomía entre la naturaleza y la crianza (nature vs nurture). Esta dicotomía ha ejercido una poderosa influencia en el pensamiento occidental en general y en el pensamiento evolutivo en particular.
Llevando estos conceptos al deporte y el rendimiento, existen tres corrientes de conocimiento sobre esta dicotomía. La que plantea a la naturaleza (herencia genética) como el condicionante fundamental para el desarrollo deportivo de alto nivel, es decir que la posesión o predominancia de unos genes particulares en un individuo le permitirá triunfar o sobresalir en un deporte on en una modalidad en particular, en nuestro caso la escalada de dificultad, boulder o velocidad. Por otro lado está la corriente que plantea que el éxito deportivo se alcanza mediante horas, días y años de práctica y entrenamiento deliberados. Y la tercer corriente integra las anteriores, aceptando la influencia del material genético del deportista, que a través de un entrenamiento debidamente planificado y estructurado logra manifestar todo su potencial.
No se puede dudar de la contribución de la herencia genética en el alto rendimiento deportivo, inclusive en un deporte tan nuevo como es la escalada. Podríamos hacer un paralelismo evolutivo con los monos que trepaban arboles y nuestra descendencia de esa especie, pero eso quedara para otro articulo. Los progenitores tienen la capacidad de transmitir sus rasgos genéticos y así poder encontrarnos con potenciales atletas de nivel con hijos con desempeño similar o superior. Ya en la década del 60 uno de los padres de la fisiología deportiva, el Dr. Per-Olof Astrand, afirmaba que la persona que deseara convertirse en campeón olímpico debía tener mucho cuidado a la hora de escoger a sus padres. Brooke y Shawn Raboutou podrían entrar directamente en este ejemplo, ya que sus padres Didier Raboutou y Robyn Erbesfield fueron múltiples ganadores de copas del mundo.

El proyecto del genoma humano demostró que los seres humanos comparten el 99 % de su información genética, lo cual indica que las diferencias entre los individuos son debidas a una pequeña proporción de ADN y su interacción con otros factores. El ADN del ser humano está formado por 35000 genes, de los que más de 200, según se ha comprobado, tienen una vinculación directa con el rendimiento deportivo.
En la década de los 90s la doctora Kathryn North, una genetista australiana, investigó el genoma buscando el gen que causaba la distrofia muscular. En su búsqueda, identificó un cambio en el gen que impide que la proteína ACTN3 se exprese en el músculo esquelético, pero en lugar de causar enfermedad, es una variante normal, que ocurre aproximadamente en el 16% de la población mundial ( 25% en poblaciones asiáticas, 1% en algunas poblaciones africanas y 18% en población europea). Estructuralmente, entendieron que ACTN3 desempeñaba un papel importante en la función muscular, pero en lugar de mirar el gen desde una perspectiva de enfermedad, North y sus colegas analizaron a las personas en el extremo opuesto del espectro: aquellas con una extraordinaria capacidad atlética.
Este gen codifica la proteína α-actinina-3, una proteína de agrupamiento ubicada dentro del músculo esquelético con un papel clave en la producción de fuerza sarcomérica. El gen ACTN3 ha atraído la atención de los fisiólogos del ejercicio y los practicantes de deportes porque predetermina la expresión de una proteína que reticula y estabiliza los filamentos delgados de actina en el disco Z y, por lo tanto, es fundamental para la producción de contracciones fuertes y rápidas y explosivas. La expresión de α-actinina-3 se encuentra solo en las fibras rápidas de tipo II, mientras que hay una isoforma de α-actinina-3 (es decir, α-actinina-2) que se expresa de forma ubicua en todos los tipos de fibra muscular (Baltazar-Martins y cols 2020).

Específicamente, los individuos que poseen el genotipo ACTN3 XX sufren de deficiencia de α-actinina-3. Por el contrario, los individuos con genotipos RX o RR expresan una α-actinina-3 funcional. Además, se ha propuesto que el genotipo ACTN3 controla la composición sarcomérica y la función muscular, lo que indica que los individuos RR son los que tienen una mayor cantidad de α-actinina-3 dentro del músculo.

Los individuos que poseen el genotipo RR tienen una mayor predisposición a generar mayor potencia como lo han demostrado gran cantidad de estudios en atletas de alto nivel (Yang y cols., 2003, Druzhevskaya y cols, 2008) y en pruebas de rendimiento como el salto vertical (5%), o la fuerza de prensión (6%) (Broos y cols., 2015), aquellos que tienen el genotipo XX están orientados mas hacia los deportes de resistencia. Algunas investigaciones recientes sugieren que la deficiencia de α-actinina-3 tiene implicancias en el rendimiento debido a una mayor incidencia de lesiones musculares y ligamentarias y también un mayor daño muscular por acciones excéntricas (Del Coso y cols, 2019).

Con el objetivo de evaluar los genotipos del ACTN3 en escaladores, Ginzt y colaboradores (2018) evaluaron a escaladores profesionales de boulder y dificultad. Su hipótesis fue que dada las características de fuerza y potencia de la disciplina de boulder, el genotipo RR seria predominante en los especialistas de esa modalidad.
Para ello se obtuvieron muestras de ADN de 100 escaladores (84 H, 16 M; de 18 a 37 años) de Polonia (82%), Rusia (12%) y Austria (6%) divididos en dos grupos iguales: 50 especialistas de boulder profesionales (45H, 5M) y 50 escaladores de dificultad profesionales (38H, 11M). Tanto los los especialistas de boulder como de dificultad se clasificaron en dos grupos: atletas de élite superior y élite. Se realizo la comparación de frecuencia con un grupo control de 100 sujetos.
La frecuencia de los genotipos RR, RX y XX en el grupo control fue: RR = 33%; RX= 50% y XX = 17%, mientras que en los escaladores fue RR = 44%; RX = 40% y XX = 16% sin tener diferencias significativas. Pero cuando discriminamos por disciplina vemos que existen diferencias significativas, en el caso de los especialistas de boulder la distribución es la siguiente: RR = 62%; RX = 30% y XX = 8% y en los especialistas de dificultad : RR = 26%; RX = 50% y XX = 24% .

El principal hallazgo del estudio fue que la frecuencia del genotipo RR fue significativamente mayor en los escaladores de boulder en relación con los escaladores de dificultad y los del grupo control. Por lo tanto, el genotipo ACTN3 RR, que se asocia frecuentemente con el rendimiento de potencia, puede influir en la determinación de la predisposición al desarrollo de la fuerza en los especialistas de boulder.
Si solo nos bastáramos en este tipo de evidencias, podríamos afirmar que el factor genético de un deportista es el limitante no modificable que marca la diferencia entre un campeón y un segundo lugar en una competición. Sin embargo, basar la excelencia en la práctica deportiva únicamente en este factor no permitiría contemplar esta imagen en su totalidad sino solo parcialmente). Pero sin embargo el factor genético por sí solo no es garantía del éxito deportivo en una disciplina o un deporte en particular.
En la próxima entrega veremos la corriente opuesta, analizando los estudios de Ericsson quien fue el que popularizó que para llegar al máximo rendimiento son necesarias 10000 horas de práctica deliberada.

Referencias:
Baltazar-Martins, G.; Gutiérrez-Hellín, J.; Aguilar-Navarro, M.; Ruiz-Moreno, C.; Moreno-Pérez, V.; López-Samanes, Á.; Domínguez, R.; Del Coso, J. Effect of ACTN3 Genotype on Sports Performance, Exercise-Induced Muscle Damage, and Injury Epidemiology. Sports 2020, 8, 99.
Broos S, Van Leemputte M, Deldicque L, Thomis MA. 2015. History-dependent force, angular velocity and muscular endurance in ACTN3 genotypes. Eur J of Appl Phys 115:1637-1643.
Del Coso, J., Hiam, D., Houweling, P., Pérez, L. M., Eynon, N., & Lucía, A. (2019). More than a ‘speed gene’: ACTN3 R577X genotype, trainability, muscle damage, and the risk for injuries. European journal of applied physiology, 119(1), 49–60. https://doi.org/10.1007/s00421-018-4010-0
Druzhevskaya, A. M., Ahmetov, I. I., Astratenkova, I. V., & Rogozkin, V. A. (2008). Association of the ACTN3 R577X polymorphism with power athlete status in Russians. European journal of applied physiology, 103(6), 631–634. https://doi.org/10.1007/s00421-008-0763-1
Ginszt, M., Michalak-Wojnowska, M., Gawda, P., Wojcierowska-Litwin, M., Korszeń-Pilecka, I., Kusztelak, M., Muda, R., Filip, A. A., & Majcher, P. (2018). ACTN3 Genotype in Professional Sport Climbers. Journal of strength and conditioning research, 32(5), 1311–1315. https://doi.org/10.1519/JSC.0000000000002457
Rodríguez Quijada, M. «El Deportista De éxito, ¿nace O Se Hace? Una revisión bibliográfica». Apunts. Educación física Y Deportes, Vol. 1, Núm. 123, marzo de 2016, p. 13-18,
Yang, N., MacArthur, D. G., Gulbin, J. P., Hahn, A. G., Beggs, A. H., Easteal, S., & North, K. (2003). ACTN3 genotype is associated with human elite athletic performance. American journal of human genetics, 73(3), 627–631. https://doi.org/10.1086/377590
16 de agosto de 2020 at 05:14
Qué buena explicación, gracias por la contextualización sobre el tema.
16 de agosto de 2020 at 14:45
Gracias poe el comentario, espero en la proxima entrega aportar otros puntos de vista.
11 de diciembre de 2022 at 19:43
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