El entrenamiento en escalada está lleno de excusas disfrazadas de lógica. No hay sesión que termine sin escuchar frases como “al menos sirvió para ganar resistencia”, “lo importante es moverme” o “ya está, transpiré, lo dí todo y eso cuenta”. Todos hemos caído ahí. Pero si lo miramos con crudeza, lo que ocurre es bastante infantil, lanzar la flecha al azar y después pintar la diana para que coincida en el centro. Esa trampa mental no solo retrasa el progreso, sino que lo entierra bajo una capa de justificaciones cómodas.
Entrenar sin dirección es como recorrer un mapa sin escala, podés caminar mucho, pero no sabés si te acercás al destino. La ciencia del deporte lo tiene clarísimo desde hace décadas: la adaptación fisiológica responde a principios concretos como la sobrecarga progresiva, la especificidad, la individualidad y la reversibilidad (Bompa & Buzzichelli, 2019). Ninguno de ellos tolera el juego de improvisar objetivos después del hecho. El problema es que la escalada, por su naturaleza lúdica y social, se presta especialmente al autoengaño. Entrás al muro, resolvés un par de bloques sueltos, terminás cansado y decidís que eso era lo que buscabas. El cansancio se vuelve la prueba universal de que algo se entrenó, aunque no sea cierto. Bud Craig (2009) lo explicó desde la neurociencia: la percepción de esfuerzo es una construcción interoceptiva, no un medidor fiable del estímulo. Creer que cansarse equivale a progresar es como creer que sudar en el sauna te vuelve fuerte.
Las trampas aparecen en cada esquina. Un clásico: una tarde de boulder social con muchos intentos fallidos se redefine como “sesión técnica”. Puede que hayas aprendido algo incidentalmente, pero no hubo intención, progresión ni control. La diana se pintó después del disparo. En psicología a eso se lo llama sesgo retrospectivo: reinterpretar los hechos para que el resultado parezca predecible o coherente (Fischhoff, 1975). En el entrenamiento deportivo es veneno puro, porque anula la posibilidad de evaluar con honestidad qué funcionó y qué no.
Pintar la diana tiene consecuencias más serias de lo que parece. Primero, diluye la adaptación. Procesos como el fortalecimiento de tendones, la mejora neuromuscular o el desarrollo aeróbico requieren semanas de estímulos coherentes y específicos (Couppé et al., 2008). Si cada sesión se redefine, nunca se acumula lo necesario. Segundo, genera una falsa sensación de progreso. El cerebro recibe la recompensa de creer que “sirvió”, reforzando el error. Y tercero, produce frustración a largo plazo: mucho esfuerzo, pocas mejoras, sensación de estancamiento. El autoengaño se vuelve castigo.
El problema no es fallar, sino mentir sobre dónde estaba el blanco. Entrenar con propósito, en cambio, significa dibujar la diana antes de lanzar. Cada sesión debería tener un objetivo definido y mensurable. Si hoy entreno fuerza de dedos en regletas pequeñas, mi blanco no es encadenar bloques, sino aplicar una carga óptima sobre ese agarre. Si mañana entreno la coordinación de pies y manos en un bloque, mi meta es progresar a conciencia sobre ese timo de movimientos, con una secuencia lógica de aprendizaje. James Gibson (1979), desde la psicología ecológica, habló de las “affordances”, esas posibilidades de acción que ofrece el entorno. El muro está lleno de ellas, pero solo algunas sirven al propósito de la sesión. Definir la diana es decidir qué posibilidades vas a usar y cuáles vas a ignorar. Entrenar no es jugar a la escalada, es renunciar a la mayoría de opciones para afinar unas pocas.
Muchos se defienden con la idea de que hay que ser flexible y que no todo puede estar planificado. Por supuesto que no. La planificación no es una cárcel, pero confundir flexibilidad con improvisación es otra mentira. El plan puede adaptarse a la fatiga, a un dolor inesperado, a un día emocionalmente cargado, pero siempre dentro de un marco de coherencia. El plan es una brújula, no un GPS. Te da dirección, no cada paso. Sin brújula, cada paso depende del azar.
La cultura de la escalada no ayuda, muchas veces se idolatra el “flow”, el disfrute del momento, la idea romántica de perderse en el gesto y la montaña de bloques a disposición. Y sí, eso es parte esencial de este deporte: la escalada no es solo entrenamiento, también es juego y estética. Pero cuando todo se disfraza de “flow”, lo que se pierde es densidad. Mihaly Csikszentmihalyi (1990) describió el flow como un estado de concentración profunda con objetivos claros y feedback inmediato. Justamente lo contrario a pintar la diana: para entrar en flow, hay que tener el blanco trazado desde antes.
La solución es como siempre incómoda, pero sencilla. Primero, definir la diana antes de cada sesión. No decir “voy a escalar un rato”, sino “voy a hacer 5 bloques coordinativos da menor a mayor complejidad”. Segundo, aceptar el fallo como fallo. Si no encadenaste, no fue ni fuerza ni resistencia: fue un fallo, y reconocerlo es el único camino para mejorar. Tercero, renunciar al confort del autoengaño. Entrenar con propósito significa aceptar que gran parte de las sesiones no serán heroicas ni divertidas, pero sí efectivas.
Al final, la pregunta que queda es directa: ¿querés mejorar o querés justificarte? El escalador promedio prefiere mover la diana: es más cómodo pensar que todo sirve. Pero esa comodidad es enemiga del progreso. Karl Popper (1959) decía que una teoría científica debe ser falsable, es decir, debe poder demostrar que se equivoca. El entrenamiento también. Si no podés demostrar que fallaste en tu objetivo, es porque nunca tuviste uno.
Lanzar la flecha y después pintar la diana es la manera más elegante de engañarse a uno mismo. El verdadero reto es lo contrario: dibujar el blanco con anticipación y soportar la vergüenza si la flecha queda lejos. Solo así la siguiente flecha volará mejor.

Referencias
- Bompa, T., & Buzzichelli, C. (2019). Periodization: Theory and Methodology of Training. Human Kinetics.
- Craig, A. D. (2009). How do you feel—now? The anterior insula and human awareness. Nature Reviews Neuroscience, 10(1), 59–70.
- Csikszentmihalyi, M. (1990). Flow: The Psychology of Optimal Experience. Harper & Row.
- Couppé, C., Kongsgaard, M., Aagaard, P., Hansen, P., Boesen, M., Kjaer, M., & Magnusson, S. P. (2008). Habitual loading results in tendon hypertrophy and increased stiffness of the human patellar tendon. Journal of Applied Physiology, 105(3), 805–810.
- Fischhoff, B. (1975). Hindsight ≠ foresight: The effect of outcome knowledge on judgment under uncertainty. Journal of Experimental Psychology: Human Perception and Performance, 1(3), 288–299.
- Gibson, J. J. (1979). The Ecological Approach to Visual Perception. Houghton Mifflin.
- Popper, K. (1959). The Logic of Scientific Discovery. Hutchinson.
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