En el entrenamiento deportivo solemos hablar de sobrecarga progresiva, periodización, volumen, intensidad, variabilidad, fuerza de tracción, resistencia de dedos, técnica, control motor o recuperación. Discutimos sesiones, microciclos, ciclos de carga y estructuras de planificación. Sin embargo, hay un elemento que atraviesa todas estas dimensiones y que suele permanecer oculto: la responsabilidad personal, entendida como la capacidad de posicionarse activamente frente al proceso de entrenamiento.

La forma en que un deportista se pregunta a sí mismo qué está haciendo, por qué lo hace y qué puede modificar condiciona de manera directa su progreso. Esto no es una idea romántica ni filosófica, es un fenómeno psicológico y motor ampliamente documentado. La motivación autónoma favorece la adherencia a largo plazo y un aprendizaje más profundo (Deci & Ryan, 2000); la autoeficacia aumenta la persistencia ante el desafío (Bandura, 1997); y la interpretación perceptiva de las posibilidades de acción depende en gran parte del modo en que cada uno se relaciona con el entorno (Gibson, 1979). El pensamiento, lejos de ser un adorno, cambia la acción.

En The Question Behind the Question, John G. Miller (2004) desarrolla una idea simple pero poderosa: la calidad de nuestras preguntas determina la calidad de nuestras acciones. Según él, tendemos a formular Incorrect Questions (IQs), preguntas que buscan culpables, excusas o explicaciones externas. Son preguntas que empiezan con “¿por qué…?”, “¿quién…?” o “¿cuándo…?”, y que colocan el foco lejos de la responsabilidad personal. Frente a ellas, Miller propone las Question Behind the Question (QBQ), que comienzan con “qué” o “cómo”, incluyen “yo” y están orientadas a la acción concreta.

Cuando estas ideas se trasladan al entrenamiento, especialmente a la escalada, adquieren un valor profundo. No se trata de una técnica de coaching motivacional superficial, se trata de una estructura cognitiva que transforma el modo en que el deportista afronta la dificultad, el error, la progresión y la adaptación. Cada sesión, cada serie y cada intento fallido se convierten entonces en una oportunidad de reflexión activa.

1. Las preguntas que nos detienen: la mentalidad del “por qué”

Todos los que entrenamos o hemos entrenado de manera seria conocemos la escena: un movimiento que no sale, un bloque que nos “expulsa”, una vía donde siempre caemos en el mismo punto, un test de fuerza que no mejora, un período de estancamiento. En esas situaciones aparece una tendencia universal, la buscar explicaciones externas. Decimos cosas como:

  • “¿Por qué nunca puedo hacer este movimiento?”
  • “¿Por qué los demás progresan más rápido?”
  • “¿Cuándo voy a recuperar la forma?”
  • “¿Quién tuvo la brillante idea de programar esta sesión?”

Estas preguntas, según Miller, son Incorrect Questions. Son preguntas que no abren caminos, sino que los cierran. Buscan justificar el estancamiento. Y más aún, producen un tipo de pensamiento que la investigación psicológica ha identificado como un estilo atribucional externo y estable, asociado con baja motivación y menor tolerancia al esfuerzo (Weiner, 1985).

La escalada, con su complejidad técnica y su carácter inherentemente variable, amplifica este efecto. Un escalador que se repite “¿por qué soy tan malo en regletas?” no está realizando un análisis técnico, está construyendo una identidad de impotencia. Esa identidad guía la percepción de posibilidades. En términos de psicología ecológica, reduce su registro de affordances, o sea deja de percibir presas, apoyos o movimientos que sí podría explorar (Gibson, 1979).

Además, las IQ generan una narrativa interna basada en la frustración. Cada vez que la pregunta empieza con “por qué”, se está pidiendo una explicación, no una acción. Y las explicaciones, cuando surgen bajo estrés o fatiga, suelen ser limitantes: “porque ya no tengo edad”, “porque no tengo tiempo”, “porque soy malo para esto”. Las explicaciones pueden sonar racionales, pero generan un círculo vicioso: justifican la renuncia, reducen la experimentación, disminuyen la confianza y alimentan la percepción de incapacidad.

En este sentido, las IQ no son solo preguntas ineficaces, también son obstáculos entrenables. Son patrones mentales que pueden transformarse.

2. La alternativa: preguntas responsables que abren caminos

Las preguntas de calidad comienzan con “qué” o “cómo”, incluyen “yo” y se orientan hacia una acción posible. Este simple cambio gramatical genera un giro psicológico profundo.

  • De “¿Por qué no mejoro?” a “¿Qué puedo ajustar hoy para mejorar mi recuperación?”.
  • De “¿Quién diseñó esta sesión tan dura?” a “¿Cómo puedo comunicar mejor mis sensaciones al entrenador?”.
  • De “¿Cuándo va a desaparecer este dolor?” a “¿Qué puedo hacer para manejar mejor la carga?”.

Este tipo de preguntas no niegan el contexto, ni los condicionantes, ni la edad, ni las lesiones. No se trata de pensamiento mágico. Se trata de identificar qué parte del proceso sí depende de nosotros. Esa distinción es esencial, porque el sentido de control personal (la percepción de agencia) es uno de los mejores predictores de rendimiento sostenido y bienestar en el deporte (Bandura, 1997).

Cuando un escalador formula una QBQ, está reorganizando su relación con la tarea y con su propio cuerpo. Está diciendo: “participo de este proceso”, en lugar de “esto me sucede”. Las QBQ transforman al deportista de espectador a agente.

Además, las QBQ favorecen la autorregulación, una habilidad decisiva en deportes técnicamente complejos. La autorregulación implica reconocer el propio estado, ajustar la carga, identificar sensaciones y modificar la ejecución según los recursos del momento. Sin preguntas adecuadas, esta capacidad se vuelve borrosa. Con preguntas adecuadas, se vuelve precisa y operativa.

3. El espejo del error: responsabilidad y aprendizaje

El entrenamiento es, por definición, un espacio donde fallar está permitido, necesario y previsto. Cada repetición es una exploración. Cada error es información. Pero esto no significa que psicológicamente sea fácil aceptarlo.

La cultura del rendimiento inmediato, muy presente en el deporte y en la sociedad actual, empuja a interpretar cada error como un síntoma de incapacidad. El error se vuelve íntimo, lo vivimos como un juicio, en vez de verlo como un dato. Y en ese marco las IQ aparecen de manera automática: “¿por qué me pasa esto?”, “¿por qué no puedo?”, “¿por qué siempre igual?”.

La QBQ, en cambio, restituye al error su función original: ser señal, no sentencia.

Miller insiste en que la responsabilidad es voluntad de aprendizaje. Cuando un deportista formula una QBQ, desplaza su atención hacia lo modificable: la técnica, la lectura, el ritmo, la posición corporal, la anticipación del movimiento. Esta lógica es consistente con los modelos más actuales de aprendizaje motor, que consideran al error un elemento central del proceso adaptativo, no una falla a evitar (Schmidt & Lee, 2011).

Un escalador que cae repetidamente en un dinámico puede preguntarse “¿por qué no llego?”. Esa IQ solo genera frustración. La QBQ sería: “¿Qué momento del impulso puedo ajustar?”, “¿Cómo puedo usar mejor el pie derecho para ganar altura?”, “¿Qué ritmo necesito para entrar al movimiento?”. La diferencia no es menor, cambia la conversación interna, cambia la acción, cambia el resultado.

En este sentido, las QBQ no son solo herramientas cognitivas; son herramientas motrices. Transforman la percepción, la atención y la acción. Y eso es, en esencia, entrenar.

4. El rol del entrenador: preguntas que generan autonomía

Aunque Miller escribió su libro para ambientes laborales, su planteo sobre liderazgo tiene una resonancia directa en el entrenamiento deportivo. Un entrenador es quien enseña a pensar mejor.

Un entrenador que responde todo sin preguntar nada genera dependencia. Un entrenador que formula preguntas adecuadas genera deportistas autónomos, capaces de tomar decisiones en tiempo real. En escalada esto es especialmente importante, la toma de decisiones y la interpretación del entorno son habilidades críticas.

El entrenador puede transformar una sesión a través de preguntas:

  • En vez de “¿Por qué fallaste?”, “¿Cómo describirías la sensación en ese último movimiento?”.
  • En vez de “¿Estás cansado?”, “¿Qué información te está dando tu cuerpo hoy?”.
  • En vez de “Hacé esto así”, “¿Qué alternativa ves para resolver ese paso?”.

Estas preguntas profundizan la autoridad del entrenador. Generan un entorno donde el deportista se vuelve activo, reflexivo y perceptivamente afinado. Y desde la investigación actual sabemos que un deportista con mayor autonomía, agencia y autoeficacia desarrolla patrones motores más estables, mayor adherencia y menor riesgo de lesión (Deci & Ryan, 2000; Bandura, 1997).

Es decir: preguntar mejor es entrenar mejor, es un proceso más consciente.

The Question Behind the Question es un libro sencillo, rápido de leer, casi minimalista. Pero cuando se lo conecta con el entrenamiento deportivo, se convierte en una herramienta conceptual poderosa.

Las preguntas que nos hacemos moldean nuestras percepciones, nuestras decisiones y nuestra forma de relacionarnos con el error, la dificultad, el cansancio y el propio cuerpo. Una IQ cierra posibilidades; una QBQ las abre. Una IQ busca excusa; una QBQ busca acción. Una IQ refuerza la pasividad; una QBQ refuerza la agencia.

Miller (2004) lo resume: la responsabilidad comienza cuando dejamos de preguntarnos por qué algo pasó y empezamos a preguntarnos qué podemos hacer al respecto.

En la escalada, un deporte donde el progreso es incierto, donde la frustración es parte del camino y donde cada movimiento es una decisión perceptiva, esta filosofía no solo es útil, es transformadora. Convertir cada problema en una pregunta adecuada es un modo de volver al cuerpo, de escuchar, de ajustar, de avanzar.

Entrenar, en el fondo, es aprender a hacerse mejores preguntas. Y ese aprendizaje, cuando es sostenido, cambia no solo el rendimiento, sino la manera en que habitamos nuestro propio proceso.

Referencias

Bandura, A. (1997). Self-efficacy: The exercise of control. W. H. Freeman.

Deci, E., & Ryan, R. (2000). The “what” and “why” of goal pursuits: Human needs and the self-determination of behavior. Psychological Inquiry, 11(4), 227–268.

Gibson, J. J. (1979). The ecological approach to visual perception. Houghton Mifflin.

Kenney, W. L., Wilmore, J. H., & Costill, D. L. (2015). Physiology of sport and exercise (6th ed.). Human Kinetics.

Miller, J. G. (2004). QBQ! The Question Behind the Question: Practicing personal accountability at work and in life. G. P. Putnam’s Sons.