Cuando observamos a un escalador experimentado, lo que sorprende no es solo la fuerza de sus dedos ni la potencia de sus dinámicos, sino la fluidez con la que su cuerpo se organiza para que la acción salga limpia. Esa coordinación aparentemente natural es, en realidad, el resultado de lo que en neurociencia del movimiento se llama sinergias motoras: patrones de cooperación entre músculos, articulaciones y segmentos que estabilizan lo importante y dejan libre al cuerpo para explorar variaciones sin perder eficacia.
El neurofisiólogo Mark Latash ha dedicado décadas a estudiar este fenómeno, y en 2010 propuso un marco que conecta tres grandes ideas:
- El principio de abundancia motora: el cuerpo no tiene un “problema de redundancia”, sino un exceso de posibilidades que puede aprovecharse para estabilizar tareas.
- La hipótesis del punto de equilibrio o configuración referencial: el sistema nervioso no programa fuerzas, sino que fija posturas de referencia hacia las que los músculos tienden.
- El análisis del manifold no controlado (UCM): una herramienta matemática que permite distinguir entre la variabilidad “buena” (que no afecta a la tarea) y la “mala” (que sí la desestabiliza).
Ahora bien, ¿qué significa todo esto en el muro o en la roca?
Variabilidad que ayuda y variabilidad que molesta
En escalada, mantener un pie en un micro-reglete mientras cambiamos el peso hacia la mano opuesta exige una coordinación fina. Si analizáramos los ángulos de rodilla, cadera y tobillo, veríamos que cambian mucho de un intento a otro. Pero lo que se mantiene estable es el vector resultante del centro de masa sobre ese pie.
Esa es la idea de Latash: el sistema nervioso no busca repetir siempre el mismo gesto articular, sino asegurar que la variable relevante de la tarea (PV, performance variable) se mantenga. Las pequeñas diferencias de ángulos o activaciones son variabilidad buena (VGOOD) si no afectan al resultado, y se vuelven variabilidad mala (VBAD) si lo desestabilizan.
En escalada, la clave no es “no variar”, sino variar de forma estructurada: mantener la presión del pie en la dirección correcta aunque cambie la rodilla, o mantener la orientación de la mano en una regleta aunque el codo suba más o menos.
La hipótesis del punto de equilibrio cambia el modo en que entendemos la técnica. Tradicionalmente, se pensaba que el cerebro calculaba cuánta fuerza debía producir cada músculo. Latash propone que no: lo que hace el sistema nervioso es fijar una configuración de referencia.
Imagina que definís como referencia tener la cadera pegada a la pared. Mientras te movés, el cuerpo ajusta automáticamente músculos y articulaciones para tender a esa referencia, sin necesidad de “calcular” todas las fuerzas. La fuerza es el resultado, no la orden directa.
Esto explica por qué escaladores expertos pueden resolver movimientos técnicos con aparente facilidad: no controlan cada detalle, sino que se mueven en torno a referencias claras (la cadera cerca, el hombro abierto, la línea de mirada hacia la presa).
Rigidez o sinergia: dos caminos para la estabilidad
El cuerpo puede estabilizar de dos formas:
- Aumentando la rigidez: apretando todo a la vez (co-contracción). Es efectivo pero gasta energía y limita la fluidez.
- Organizando sinergias: dejando que unos músculos varíen en compensación con otros, de modo que la acción global se mantenga estable. Esto es más eficiente y flexible.
En escalada, ambos mecanismos se ven a diario. Bloquear un romo enorme a base de apretar todo el brazo es rigidez. Mantener la presión sobre una regleta mientras el hombro y el codo se mueven en compensación es sinergia. El primero agota, el segundo permite encadenar.
Uno de los hallazgos más interesantes son los ajustes anticipatorios de sinergia (ASA). Antes de un movimiento rápido, como un deadpoint, el sistema nervioso reduce la sinergia que estabilizaba la posición previa. Dicho simple: afloja un poco la estabilidad vieja para poder crear la nueva.
Esto ocurre unos 100 milisegundos antes del movimiento, pero solo cuando lo decidimos nosotros (acciones autorritmadas). Cuando reaccionamos “a la señal”, el ASA casi desaparece.
En escalada, esto explica por qué los mejores dinámicos se sienten “limpios”: porque hubo un micro-momento de “soltar” antes de “saltar”. Y también por qué los movimientos apresurados o reactivos suelen salir rígidos.
Aprender es organizar la variabilidad
Con la práctica, los escaladores suelen mejorar la precisión (baja la variabilidad mala, VBAD). Pero lo que pasa con la variabilidad buena (VGOOD) distingue los aprendizajes de calidad.
- Si VGOOD aumenta, el escalador gana robustez: puede mantener la presión sobre una presa de muchas maneras distintas.
- Si VGOOD baja al mismo ritmo que VBAD, mejora la precisión pero no la adaptabilidad.
- Si VGOOD cae más que VBAD, el escalador se vuelve rígido: hace bien el paso en condiciones idénticas, pero falla cuando cambia un detalle.
Esto se ve en la roca: hay quienes entrenan tanto la repetición que luego no saben resolver lo imprevisto, y hay quienes practican variaciones que les permiten ser consistentes sin perder flexibilidad.
Aplicaciones prácticas para el entrenamiento
- Define variables a estabilizar: no entrenes “pasos” sueltos, sino objetivos claros (mantener la presión sobre el pie, la orientación de la mano, la línea de cadera).
- Introduce variabilidad estructurada: cambia ángulos, posiciones y respiración mientras mantenés la variable clave.
- Entrena el ASA: antes de un dinámico, trabaja un micro-ritual de “aflojar y salir”.
- Alterna rigidez y sinergia: hacé ejercicios donde bloquees con fuerza y otros donde busques estabilidad suave.
- Cuida la adaptabilidad: no mates la variabilidad buena; mezcla precisión con exploración.
Conclusión
La teoría de Latash nos recuerda que escalar bien no es “apretar más”, sino organizar la abundancia del cuerpo para que lo importante se mantenga estable mientras todo lo demás puede variar. Es una invitación a diseñar entrenamientos donde la técnica no sea solo repetir, sino aprender a estabilizar lo relevante y liberar lo accesorio.
En otras palabras: la buena escalada es la que logra un delicado equilibrio entre control y libertad, entre lo que debe permanecer firme y lo que puede adaptarse. Y esa, justamente, es la esencia de las sinergias motoras.

Referencias
Latash, M. L. (2010). Motor Synergies and the Equilibrium-Point Hypothesis. Motor Control, 14, 294–322.
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