“Si comenzamos con certezas, terminaremos en dudas; pero si comenzamos con dudas y somos pacientes, terminaremos en certezas.”

— Francis Bacon

En un rincón frío y desapercibido del mundo, un joven llamado Frederic Tudor contemplaba el paisaje helado de su ciudad. Donde otros veían nieve y hielo como una molestia, él percibía algo más profundo, algo que los demás, atrapados en su cotidianidad, no lograban ver: un sueño que relucía bajo la superficie helada.

Frederic Tudor

Era el año 1806, y Tudor, rodeado de las vastas extensiones gélidas de Nueva Inglaterra, tuvo una idea que le pareció brillante: “Si en el Caribe, donde reina el sol y el calor, tuvieran lo que aquí desechamos a paladas, ¿no sería ese un lujo tan valioso como el oro?” Con esta intuición, armó un barco y lo cargó con bloques de hielo, dispuesto a llevar su idea a las cálidas islas.

Pero el hielo, sin compasión, se derritió bajo el sol inclemente antes de llegar a su destino. De regreso, solo lo esperaban las burlas de quienes no comprendían su visión y una montaña de deudas que crecía rápidamente. Para cualquier otro, este fracaso habría sido devastador. Pero no para Frederic Tudor.

Reflexionó, estudió y ajustó su plan. “Si el hielo se derrite, hay que protegerlo”, pensó, y empezó a cubrir los bloques con aserrín, paja y otros materiales que el ingenio le sugería. Construyó almacenes en puntos clave, ideando una red de distribución que conectaba las frías tierras de su hogar con las sofocantes costas tropicales.

Para 1810, su tenacidad dio frutos. En La Habana, donde el calor volvía el aire espeso y pegajoso, los habitantes recibieron los primeros bloques de hielo como una bendición. Tudor se convirtió en una leyenda, el hombre que vendía lo imposible: frío en el corazón del trópico.

Pronto ganó un apodo: el Rey del Hielo. Desde Cuba hasta la India, Tudor llevó su sueño más lejos de lo que cualquiera habría imaginado. Ni las críticas ni las bancarrotas ocasionales lograron detenerlo; con cada golpe, se levantaba. Al final, la industria del hielo natural sucumbió ante la invención de la refrigeración artificial, pero Tudor ya había dejado su marca en la historia.

La historia de Tudor tiene una lección para el mundo deportivo. Las planificaciones ambiciosas, al igual que sus primeras expediciones, suelen requerir correcciones y, a veces, el precio de los errores es un mal desempeño en una temporada entera. Al igual que Frederic, es esencial aprender a asumir pérdidas y corregir, a idear, estudiar y hasta inventar nuevas metodologías para alcanzar el objetivo.

Al inicio de su aventura, Tudor cayó en una trampa común: creía tener todas las respuestas para ejecutar su negocio, sin comprender los obstáculos técnicos y logísticos de conservar hielo en un largo viaje a los trópicos. Esta confianza inicial, característica del efecto Dunning-Kruger, lo llevó a asumir que su idea funcionaría sin necesidad de ajustes. Sin embargo, el fracaso de su primera expedición lo enfrentó a la realidad de sus propias limitaciones.

Pero, en lugar de abandonar o insistir en su método inicial, Frederic Tudor adoptó un enfoque similar a la planificación a largo plazo en el deporte: revisó sus estrategias y ajustó su enfoque gradualmente, combinando persistencia y humildad. Al aprender y perfeccionar sus métodos de conservación y distribución, pasó de ser un visionario inexperto a un experto en su campo, comprendiendo que el éxito no se logra con insistencia ciega, sino con adaptabilidad y perfeccionamiento.

A medida que el deportista o entrenador gana experiencia, se vuelve consciente de los matices y limitaciones del entrenamiento efectivo. Aquí es donde la adaptabilidad de Tudor resultan claves: reconocer la importancia de una planificación meticulosa, una evaluación continua y ajustes constantes, comprendiendo que el entrenamiento deportivo no es solo un acto físico, sino un proceso de aprendizaje profundo.

Lo más difícil es lograr que todas las variables se alineen para obtener un resultado lo más cercano posible al objetivo planificado. Si acertamos a la primera, sería perfecto; si no, es necesario reevaluar la situación para corregir el rumbo en el siguiente ciclo. Dos conceptos pueden impedir tener una visión completa: el efecto Dunning-Kruger y la asimetría organísmica.

El efecto Dunning-Kruger describe cómo algunas personas sobreestiman sus habilidades y conocimientos. Se trata de un sesgo cognitivo: una interpretación errónea de la realidad. Este fenómeno fue estudiado y popularizado en 1999 por los psicólogos David Dunning y Justin Kruger en el artículo “Inexperto y sin conocimiento de ello: cómo las dificultades para reconocer la propia incompetencia conducen a autoevaluaciones infladas”. Según ellos, las personas tienden a pensar que son mejores de lo que realmente son en ciertos aspectos. En otras palabras, sobreestimamos nuestras capacidades y habilidades. Los autores sugieren que esta sobreestimación ocurre porque quienes carecen de habilidad no solo llegan a conclusiones erróneas, sino que también carecen de la capacidad metacognitiva para darse cuenta de su error.

En una serie de estudios, Kruger y Dunning examinaron autovaloraciones de razonamiento lógico, gramática y humor. Al mostrarles a los participantes sus puntuaciones en los tests y pedirles que estimaran su posición en la clasificación, observaron que, mientras que el grupo de los competentes estimaba bastante bien su clasificación, los incompetentes sobrestimaban su posición significativamente. Así, este efecto destaca tres puntos clave:

1. Las personas incompetentes tienden a sobreestimar sus capacidades.

2. A las personas incompetentes es casi imposible hacerles ver el nivel de su incompetencia.

3. La forma efectiva de evitar este síndrome es aumentando el propio conocimiento.

Otro concepto que puede arruinar una planificación es la asimetría organísmica, que se refiere a la tendencia a buscar explicaciones del desempeño humano basadas solo en mecanismos internos. Una debilidad de esta tendencia es no considerar la relación entre el atleta y su entorno como el marco de análisis relevante. Enfocarse excesivamente en un solo factor (especialmente si es interno) como la fuerza de dedos o la resistencia lleva a ver solo una parte del panorama al planificar y organizar el entrenamiento.

En el libro Range: Why Generalists Triumph in a Specialized World, David Epstein explora cómo, en un mundo que valora la especialización, las personas con una amplia gama de experiencias y conocimientos suelen superar a los especialistas. Las personas que experimentan en diferentes áreas desarrollan habilidades de pensamiento crítico y creativo, lo que las hace mejores para adaptarse y resolver problemas novedosos.

Epstein argumenta que, en un mundo cada vez más complejo y en rápida evolución, la flexibilidad cognitiva de los generalistas puede ser una gran ventaja. Esto es particularmente relevante en situaciones de “entorno difuso”, donde los problemas no tienen soluciones claras y requieren un pensamiento innovador y adaptativo.

La historia de Frederic Tudor y su empeño por vender hielo en los trópicos nos recuerda que la innovación y el éxito requieren no solo de una idea audaz, sino de una disposición constante a aprender y adaptarse. Su capacidad para reconocer errores, ajustar su enfoque y superar obstáculos es un modelo de perseverancia y humildad que también resulta aplicable al entrenamiento deportivo. Así como Tudor perfeccionó su método a lo largo del tiempo, los deportistas y entrenadores deben mantenerse críticos y flexibles, evitando caer en el exceso de confianza y considerando todas las variables que afectan el desempeño. Solo así, desde una perspectiva amplia y adaptativa, se alcanzarán metas ambiciosas en un entorno que, como el mercado del hielo o el mundo del deporte, está en constante cambio.

 Para terminar  me gustaría compartirles algo del articulo original que ambos autores afirman y creo que transmite un poco todo lo que me pasa al publicar mis artículos: 

¨Aunque sentimos que hemos hecho un trabajo competente al hacer un caso sólido para este análisis, estudiarlo empíricamente y extraer implicaciones relevantes, nuestra tesis nos deja con una preocupación inquietante que no podemos superar. Esa preocupación es que este artículo pueda contener lógica defectuosa, errores metodológicos o mala comunicación. Aseguremos a nuestros lectores que en el sentido de que este artículo es imperfecto, no es un pecado que hemos cometido a sabiendas.¨

Prof. Juan Martín Miranda

Referencias

Epstein, D. J. (2019). Range: why generalists triumph in a specialized world. New York, Riverhead Books.

Kruger, J., & Dunning, D. (1999). Unskilled and unaware of it: How difficulties in recognizing one’s own incompetence lead to inflated self-assessments. Journal of Personality and Social Psychology, 77(6), 1121–1134.